El Taller de Cuentos DeSgenerados surge como la iniciativa inaugural de un proyecto que pretende acercar aún más las diversas disciplinas artísticas a la sociedad.
El Proyecto Socio-Cultural DeSgenerad@s comienza pues con un Taller de creación literaria ya que somos lo que pensamos, y pensamos con palabras.
Los estudios literarios se han ampliado hasta abarcar la sociología y otras materias más científicas como la psicología o la neurología aparentemente alejadas de las bellas artes. Sin embargo de esta unión han surgido respuestas a temas que responden a preguntas tan importantes como por qué, cuándo y cómo adquirió nuestra especie la cualidad del habla que nos diferencia del resto de los animales. Ahora sabemos que las palabras no son tan sólo una inexplicable y arbitraria unión de fonemas sino que están cargadas de historia y que sus significados evolucionan con el uso y con las épocas.
“Hablo, luego pienso, luego existo”, dijo Wittgenstein parafraseando a Descartes. Y además lo escribió. Hay quienes necesitan leer algo en negro sobre blanco para que en su mente se organicen las ideas. Y hay quienes existen porque escriben o escriben para existir. En cualquiera de los casos siempre usamos la misma materia prima: las palabras que conforman y dibujan nuestra percepción de la realidad.
También hay un aserto que dice que lo que no se nombra no existe. En civilizaciones más antiguas las personas no tenían nombre propio hasta haber cumplido una determinada edad y/o habérselo ganado. Alguien podía llegar a morir innominado, o sea, sin llegar a ser. Pero no sólo los nombres propios tienen esa esencia, esa magia que insufla personalidad; todas y cada una de las palabras tienen connotaciones que nos dan atributos, nos dibujan y, en muchas ocasiones, nos delimitan.
Y aquí volvemos a la lingüística para, ahora sí, significar la importancia de una desinencia morfológica. En el lenguaje —y en la vida— no es lo mismo una palabra a la que le añadimos el sufijo –s que cuando termina en –a, -e o en cualquier otra que implique género y número.
En definitiva, el Taller de Cuentos DeSgenerados se dirige a la necesidad de eliminar la visión androcéntrica de cualquier actividad vital, lo que se traducirá no sólo en la ampliación de conocimientos literarios, o la capacidad para expresarse por escrito, sino también en una mejora de las condiciones de vida de quienes participen en el Taller desde la incorporación de un, posiblemente, novedoso elemento de juicio: el enfoque de género, entendido aquí, amplia y librememente, como una opción para conocer el mundo que integra las visiones masculina y femenina y el modo en que se interrelacionan, dotándonos de herramientas para cuestionar los conceptos tradicionales de hombre y mujer (y, por ende, del mundo y la sociedad en la que habitan) y la forma en que, implícita o expresamente, nos los han contado y los contamos.
Así pues, no sólo de un uso correcto de la gramática está hecho un cuento o una novela, porque ahí radica la diferencia entre cualquier texto escrito y otro literario. Escribir no es saberse de memoria las reglas ortográficas y, mucho menos, seguir intransigentemente los dictados normativos de las academias. No se trata de sumar palabras sino de usar las palabras exactas y necesarias para hacer llegar la idea que queremos transmitir. Esto es mucho más importante en un género como el microrrelato en el que la cantidad y la calidad van unidas por la inexcusable característica de la brevedad.
No existe ninguna razón ni lingüística ni literaria que nos impida usar lo que ha dado en llamarse un lenguaje inclusivo excepto la incapacidad creativa que se excusa bajo normas anquilosadas que aluden a la tradición como si la lengua fuera un ente difunto. «El lenguaje no sexista no busca tan sólo tratar de forma simétrica a mujeres y hombres a nivel lingüístico, sino ganar precisión y exactitud a nivel cognitivo sin excluir ni invisibilizar a ninguno de los sexos. No se trata de cambiar el lenguaje por el simple hecho de hacerlo, ni siquiera por una cuestión estética o de moda, ni se trata tampoco de imponer cambios prescriptivos. Al contrario, de lo que se trata es de cambiar el repertorio de significados que transmiten las lenguas, de transformar el lenguaje para hacer una representación más igualitaria de la realidad que conduzca a una categorización también más igualitaria en los modos de pensamiento, y de promover la reflexión sobre los cambios en la lengua para que las y los hablantes pensemos en lo que decimos y en cómo lo decimos, de modo que así se generen cambios en las perspectivas que, a su vez, tendrán consecuencias materiales en la acción humana y en la realidad. Ya que el lenguaje refleja la realidad, la reforma lingüística constituye un complemento necesario a la reforma social de género para así reflejar en la lengua los cambios que se van produciendo en las sociedades; pero, ya que al mismo tiempo el lenguaje también contribuye a construir nuestra visión de la realidad (pensamos con palabras), la reforma lingüística es una manera importante (por supuesto no la única) de caminar hacia una reforma social que nos lleve a una sociedad en igualdad[1]».
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